martes, 24 de febrero de 2009

José María Hinojosa


Escritor andaluz, perteneciente a la generación del 27, supo conjugar en su obra la tradición neopopularista con los nuevos vientos de las vanguardias literarias. Fue asesinado vilmente en la guerra civil. Con estos datos cualquier interesado en la hisoria cultural y literaria española pensaría que me estoy refiriendo al autor del Romancero gitano. Pues no. Su nombre no es Federico sino José María. No nació en un pueblo de Granada sino en Campillo, Málaga. Destacó más como prosista que como poeta y no cayó asesinado por los franquistas sino por los revolucionarios de izquierda, ambos en agosto de 1936. Vidas paralelas, muertes paralelas. José María Hinojosa es otro de los escritores olvidados de la Generación del 27. Su condición de prosista y derechista pesan como una losa a la hora de incluirlo en el canon oficial de una generación que, con los reduccionismos históricos y literarios por desgracia tan frecuentes, se pretende fundamentalmente poética y progresista. Nosotros aunque sea de perfil vamos a intentar recuperar la sombra de una obra breve pero intensa y de gran significado en el del surrealismo literario en España.
José María Hinojosa y Federico García Lorca vivieron con intensidad en la vorágine de los años veinte y treinta siendo protagonistas privilegiados de unos años apasionantes y ambos fueron víctimas del odio desatado en 1936. Precisamente Lorca lo trató durante su estancia en Granada donde cursó estudios de Derecho. Le puso el apodo de "colodra carpetovetónica". Ya en Madrid en 1923 entró en contacto con el mundillo literario que giraba alrededor de la Residencia de Estudiantes. Durante los años 1925 y 1926 residió en París donde aprenderá de primera mano las nuevas técnicas surrealistas. A su vuelta participó en 1927 en algunos de los actos del centenario gongorino. Estuvo especialmente vinculado a los pintores vanguardistas españoles a los que les encargó distintos dibujos para sus libros. Dalí, Bores, Moreno Villa, Planells, Benjamín Palencia o Manuel Ángeles Ortiz ilustraron sus obras. Su primera obra Poema del campo se inscribe en la línea neopopularista tan en boga en la época. Poesía de perfil es su primera aportación a la estética surrealista. También vanguardistas son sus poemarios La rosa de los vientos (1927), Orillas de luz (1928) y La sangre en libertad, publicado este último en 1931, fecha en la que, como después comentaremos, abandona la literatura para dedicarsea otros menesteres. Su obra más destacada es, sin embargo, en prosa. Se trata de La flor de Californía (1928) -con hiato en la í como a él le gustaba- un interesante volumen de narraciones surrealistas y "textos oníricos" en cuyo prólogo llega a afirmar Moreno Villa "comprendí mejor los cuadros de Bores o de Miró cuando leí tus narraciones". Hinojosa es en la prosa lo que Juan Larrea en poesía, es decir, el más puro representante del surrealismo en España. Una prosa llena de sugerencias, cuyas imágenes evocadoras convierten el acto de leer en toda una celebración - cántico lo denominaría Jorge Guillén - de la aventura de vivir. Y es que Hinojosa es por encima de todor un creador del lenguaje, de universos habitables por la palabra, consciente de que el estilo propio consiste en bordear los límites de la imaginación y de las formas literarias para conseguir un espacio propio que lo caracterice como escritor y nos interpele a nosotros como lectores en la experiencia, muchas veces inefable, de lo literario.


El mismo año en el que publica La flor de Californía realiza en compañía de José Bergamín y su esposa un viaje por toda Euopa, incluida la URSS, donde desembarcó disfrazado de torero. Sí como lo leen. Este viaje será determinante en su evolución ideológica, como también ocurrió con André Gide, Fernando de los Ríos o Ángel Pestaña. Él que había simpatizado con los valores revolucionarios de la izquierda comprueba "in situ" la realidad del paraíso socialista. Esta crisis política unida a la personal, motivada por razones amorosas, le lleva a abandonar la literatura. Durante el período republicano fue juez Municipal de Campillo y militó primero en el Partido Nacionalista Español del Doctor Albiñana, después en la Comunión Tradicionalista para acabar en el Partido Agrario por el que se presentó diputado en las elecciones de 1936. El estallido de la guerra civil le sorprendió en Málaga. Detenido por los milicianos junto a su padre y hermano Francisco, los tres fueron asesinados un mes más tarde.

jueves, 29 de enero de 2009

Aire de época


No cabe duda de que los años veinte y treinta fue un período en el que se produjo una interesante confluencia de escritores pertenecientes a diferentes generaciones literarias que compartieron lo que el poeta Jorge Guillén definió como "aire de época". La llamada Generación del 27 aglutinó a un grupo de escritores, músicos y pintores que supieron trasladar al lenguaje artístico la renovación vital que exigían los nuevos tiempos. La literatura supo conjugar tradición y vanguardia en la obra de unos autores que pusieron en su horizonte estético el reto de la originalidad. Muchos de estos escritores han sido olvidados o relegados a la condición de secundarios, eclipsados por aquellos que desde el principio tuvieron la voluntad de configurar un canon que en su momento ayudó a relanzar la nueva literatura pero que con el tiempo se ha convertido en recurso fácil para hacedores y consumidores de historias literarias simplificadoras. Los poetas que aparecen en la foto del famoso homenaje que en Sevilla se dio a Góngora en 1927 y la antología poética realizada por Gerardo Diego en 1932 ha quedado para la posteridad como los protagonistas por excelencia del la Generación del 27.


La excesiva luz que irradian la obra y el nombre de estos autores ha generado, a su vez, sus sombras. De ahí el tíulo de este blog que pretende rescatar del olvido la obra y el compromiso estético y vital de esos escritores conocidos como "la otra generación del 27". "Perfil de sombras" es también el título de la obra que el escritor catalán Juan Ramón Masoliver publicó en 1994 en la que daba testimonio de una dilatada vida literaria rica en matices y alejada de reduccionismos en la que coincidió con muchos de estos autores. El subtítulo, "El veintisiete en tela de juicio", hace referencia al sugerente estudio del profesor Andrew A. Anderson en el que precisamente planteaba la necesidad de ampliar el panorama estético y literario de los años veinte y treinta, en exceso condicionado por los límites canónicos del concepto reduccionista de Generación del 27.